1. Los orígenes
La ciencia y la tecnología en Colombia han estado marcadas por la desigualdad social, la falta de inversión sostenida y la dependencia de modelos externos. Durante el siglo XIX, mientras algunos países consolidaban academias y laboratorios nacionales, en Colombia los conflictos civiles y la inestabilidad política frenaban los avances. Existieron esfuerzos aislados: universidades tradicionales como la Nacional o la de Antioquia intentaron promover la investigación, pero con presupuestos escasos y más orientados a la formación de élites que a la producción científica aplicada a los problemas nacionales.
2. Siglo XX: intentos de institucionalización
Con la modernización del país en la primera mitad del siglo XX, aparecieron instituciones claves como el Instituto Colombiano Agropecuario (ICA) y luego Colciencias (1968), concebido para coordinar políticas de ciencia y tecnología. Sin embargo, Colciencias siempre sufrió un presupuesto limitado y dependió de gobiernos poco interesados en la investigación como motor de desarrollo. La prioridad fue el sector extractivo y agrícola, no la innovación científica.
En contraste, hubo sectores donde Colombia aportó: medicina tropical, parasitología, investigaciones en biodiversidad. No obstante, estas iniciativas casi siempre dependieron de apoyos internacionales o de la resiliencia de científicos individuales más que de una política de Estado.
3. Finales del siglo XX: neoliberalismo y rezago
Durante los años noventa, con la apertura económica, la política científica se orientó hacia la competitividad, pero sin inversión suficiente. Se promovió la innovación en el papel, pero la realidad mostró dependencia tecnológica: importamos maquinaria, software y patentes, mientras que la investigación nacional quedó rezagada.
Las universidades públicas recibieron cada vez menos recursos, y las privadas priorizaron la formación profesional de mercado sobre la investigación de largo plazo. La brecha entre ciencia académica y necesidades sociales se mantuvo.
4. Siglo XXI: entre avances y precariedades
En 2019, Colciencias fue transformada en el Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación (Minciencias), un avance institucional importante. Sin embargo, el presupuesto asignado ha sido irrisorio: alrededor del 0,2 % del PIB, cuando la UNESCO recomienda al menos el 1 %. Esto muestra la distancia entre el discurso oficial y la realidad.
Colombia cuenta con talento humano sobresaliente (científicos, ingenieros, innovadores), pero muchos migran porque el país no les ofrece condiciones dignas de investigación. La fuga de cerebros es un problema histórico no resuelto.
En el presente, los desafíos más visibles son:
El bajo número de patentes propias.
La débil relación entre empresas y universidades.
La dependencia de tecnología extranjera.
La ausencia de una política robusta que vincule ciencia con justicia social (por ejemplo, investigación aplicada al campo, energías renovables, salud pública).
La burocracia que ahoga proyectos de innovación.
La realidad es que Colombia invierte más en la guerra y en subsidios a sectores tradicionales que en ciencia y tecnología. Aunque existen iniciativas inspiradoras (centros de investigación en biodiversidad, startups tecnológicas, avances en biotecnología y TIC), siguen siendo esfuerzos aislados, no parte de un plan nacional coherente.
Actividad
1. ¿Cómo explicarías que Colombia, siendo uno de los países más biodiversos del mundo, no ha convertido esa riqueza en liderazgo científico global?
2. ¿Hasta qué punto el modelo económico basado en la extracción de recursos naturales limita la posibilidad de una política científica fuerte?
3. ¿Es posible hablar de soberanía tecnológica en Colombia? ¿Qué significaría eso en términos prácticos?
4. ¿Cómo lograr un equilibrio entre investigación aplicada (para la industria) e investigación básica (para el conocimiento) en Colombia?
5. ¿Es justo exigir a los jóvenes que innoven cuando no existen condiciones estructurales mínimas para hacerlo?
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